martes, 13 de julio de 2010

A Pier Paolo Pasolini, poeta y cineasta, 
muerto con violencia en esa playa romana.  
 
 
Supongo que la arena será negra de algún modo, 
que harán sus nidos alacranes 
en las huellas de los hombres, 
y un pez aún vivo perderá su inmenso ojo 
en el buche de un pelícano. 
 
En un lugar así no cabe el alarido, 
hay un silencio azul, la luz no es más, 
las sombras son un grito. 
 
 Por la mañana, un niño canta con su pan, 
los hombres beben, hace frío; 
pasan el rastrillo a los despojos de la noche, 
fríos preservativos, tampones rojos, algodones sucios, 
latas, plásticos, zapatos. 
 
 Ahí no estabas, te habías ido. 
Quién le dirá a tu madre que hoy no cenas. 
Qué contarán tus compañeros, extraño amigo.

lunes, 12 de julio de 2010

No quiero ofender en particular
a nadie,
mucho menos a ningún
secretario de turismo o de cultura,
o vaya uno a saber,
al director del suplemento literario
de un gran diario,
qué sé yo, a la crítica, el ambiente,
los jurados.
Pero por eso de andar por los bares,
las avenidas, los suburbios,
trajinando las noches platinadas
los neones azules
los taxis yirando
las chicas laburando
los dillers con sus hijos, de delivery,
los locos perdidos
los chicos de la calle encallecidos
los solos en los cibers
los pobres esperando la basura
los travas ofertando locura,
o la poca juventud que va quedando,
empecinada en ser así,
tan estúpidamente agresiva,
incapaz de inventarse
una utopía.
Qué quieren que les diga,
todo esto no deja de provocarme
cierto miedo, tristeza, poca poesía,
unas ganas fóbicas de encerrarme
en mi guarida y no salir más nunca,
y una enorme necesidad de escribir
como hace cincuenta setenta años,
con cierta métrica, harto (bastante) ritmo,
cadencia, rima, buenas metáforas, nuevitas,
y una pretensa, íntima antigua
y simpática eternidad
que me fascina.
Me viene también un deseo inaudito
de que se largue de una buena vez
una lluvia de aquéllas, que dure como un año,
a ver si limpia.

lunes, 22 de marzo de 2010


Si ahora, si en este preciso instante
pudiera dejar de respirar,
digo,
dejar de hacerme el vivo
y esas otras habilidades
que ejerzo desde hace
tantísimos años como los ojos de
esta cara,
juro que elegiría quedarme al lado,
quietito,
de estas fotos que ya no pueden virar
al amarillo más que ahora,
fotos chiquitas, me cago,
inmortales, porque no tengo dudas
que desde esas postales
algún huevón o despistado
intentará un día descifrar mi
historia.

Tomarse en serio
el puzzle de mis hambres.


Y si tuviera que elegir de todas una,
habida cuenta de que la calle está
harto dura,
incluso buenos aires se ha movido 3
centímetros
luego del terremoto,
me quedaría con esa en que
me estoy yendo de espaldas
por una avenida de Valparaíso,
-inevitablemente cerca del mercado,

oliendo puerto, goletas, mares remotos,
incapaz aún de haberme confesado-
con un jean rojo y un bolso de cuero
crudo al hombro.
Ando con ese memorable abrigo
de cuero negro que todavía

me ocupa el ropero.
Así, como que me voy. De paso.
Puta que era increíblemente sexy
entonces.

sábado, 3 de enero de 2009

Inventario



Amo esos ojos verdiazules, asombro
de ellos, ante un mundo que es
frecuentemente inaprensible.
Tus ojos

Esas mañanas en que entre
plantas de tus manos,
flores de un cariño vasto
abundan un espacio construido
en silencio. Musgitos perplejos,
semillas colorinches. Ojos del aire.
Tus jardines.

Tus palabras que aciertan
como flechas
en el corazón de un mundo
complicado. Mensajes calentitos
como panes.
Amigas mías, palabras a punto,
flechas de harina y sal.
Comiditas

Pero sobre todo amo tus años,
mucho menos que los míos,
ahora que los fuegos son lentos
capaces de dorar
el tiempo a punto, justo.

Ahora que se te da la gana
de anidarte en pajaritos nuevos,
esperando cielos.

Mil años




















Hace mil años que no recorro estas calles,
aquí está todo de oro, se está poniendo
el sol la tarde,
y hay de todo para ver,
sí que hay bastante,
recién la lluvia lo dejó brillando al aire.

En la vereda está la abuela, naranja el mate,
ya llega el viejo, oliendo el cielo,
pintando un traje.
pasen y vean, los adoquines parecen soles
brillan y yacen, se pone azul
el charco aquel, lleno de naves.

Revienta el gol contra el portón,
tiembla el malvón;
hay vino y box, radio portátil.
saltan las chispas cuando los trolei
llegan y salen
por la avenida, rumbo al puerto,
huele a cereales.

Hace mil años que no recorro estas calles;
está la noche encendiendo los faroles
y a keroseno el corazón
silbando amores, se pone el tiempo
recién planchado, se peina y sale.


martes, 30 de diciembre de 2008

Mis horas



Voy a lamentar profundamente
esta irremediable pereza intelectual,
la morosidad de mis días
-siempre son más de veinticuatro mis horas-
esta innata capacidad
de detener el tiempo,
congelar planos,
ralentar movimientos,
disminuir el ritmo cardíaco
y no respirar casi,
atento al transcurso de la sangre,
el flujo de la savia
por lo árboles,
la fragmentación cigótica,
el secreto murmullo del magma
agrietando aún más
la dinámica falla de Nazca.

Esta amorosa quietud
que me convoca
a continuar llegando tarde
a contratos y negocios imperdibles,
convencido como estoy
de la importancia del dinero,
de la conveniencia de máquinas y cosas,
conforme esta convicción
tan íntima y ridícula
de haber llegado al mundo
fuera de hora,
gastándome la vida como puedo,
a cuenta de un después
más que improbable,
ajeno, empecinado, lleno de honra.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Palabras















A Rubén Gil, in memorian
26 XII 2008

Y a quién decirle entonces
aquí está haciendo frío,
hasta más rato,
no puedo irme pues
de donde vine,
la soledad le puede entrar
por el costado.

A quién decirle en serio
comprometiendo el hueso diminuto,
la precisión del aire,
los mandatos,
vamos al mar de nuevo,
a lo profundo,
a esa luz de allá
por los suburbios.


Cómo saber entonces
sin miedo a enloquecer
de tan lejos,
cuándo podremos mirarnos a los ojos,
sonreírnos un rato
y discurrir todo un tiempo
de tema tan profanos
como el viento,
el viento acariciando
los azules de esos campos.